Un informe reciente dice que en nuestro país contamos con casi 6.000 centros residenciales pensados para atender a personas mayores. ¿Cuántos de esos centros acogen espacios intergenera-cionales? No se sabe. Lo que sí sabemos es qué hacer para abrirle hueco a la intergeneracionalidad en nuestras residencias, si se quiere.
Aquí van 10 pasos a dar en la buena dirección.
Culturalmente solemos utilizar el número 10 para transmitir la idea de algo excelso y totalmente completo: al nacer un ser humano, ¿cuántas veces sus padres no van de inmediato a comprobar si, en efecto, tiene sus 10 dedos en las manos… y en los pies? Y entonces, todo parece estar bien.
Pero nosotros ni pretendemos plantear algo excelso ni completo. Nada más lejos de nuestra intención. En esta ocasión nos servimos del 10 para dar a entender que no son pocos los cambios a introducir en un entorno residencial de personas mayores al uso si queremos que vaya adoptando progresivamente la perspectiva de un espacio intergeneracional. Realmente las cosas que se pueden hacer son muchas más de 10, deben ser muchas más de 10. Pero nos quedamos ahí, por ahora.
Antes de pasar a nuestro listado recordemos qué es un espacio intergeneracional tal y como lo explicamos en el documento Los e-s-p-a-c-i-o-s intergeneracionales letra a letra:
«El término espacio alude, sobre todo, a las dimensiones físicas específicas de un entorno. Cuando esas dimensiones se han diseñado y pensado intencionadamente para que faciliten y promuevan la interacción entre personas de distintas generaciones tenemos delante un espacio intergeneracional. (…) el espacio nos ayuda a practicar la intergeneracionalidad».
Según esto, una residencia de personas mayores comenzará a ser un espacio intergeneracional cuando facilite y promueve las interacciones —y hasta las relaciones— entre personas de distintas generaciones. Dicho de otro modo: esa residencia a la que nos referimos debe ser un espacio donde practicar la intergeneracionalidad. Y debe serlo intencionadamente.
¿Cómo lograrlo? Aquí van nuestras 10 iniciativas. Llevadas a cabo todas juntas pueden ayudar a movilizar la residencia en la dirección adecuada.
- Identificar y tomar conciencia de qué generaciones componen la residencia. Que la residencia sea para personas mayores no quiere decir que sea mono-generacional. Fijémonos en la multi-generacionalidad ya existente. Este será un buen punto de partida.
- Pensar de qué manera se pueden potenciar las relaciones entre esas distintas generaciones que ya están en la residencia. Por ejemplo, ¿hemos caído en la cuenta de que esa terapeuta ocupacional que, a sus 22 años, está realizando unas prácticas en la residencia podría verse beneficiada de entablar una relación con Fermina, una residente de 75 años que en su día trabajó como terapeuta ocupacional?
- Dedicar tiempo a sensibilizar, orientar y formar al personal de la residencia. Está demostrado: si los profesionales entienden lo que es la perspectiva intergeneracional y apoyan su uso, el impacto del trabajo intergeneracional será mucho mayor. Es muy difícil entusiasmarse con algo que no se comprende.
- Introducir en el espacio referencias multi-generacionales evidentes. ¿Alguna vez habéis estado en un centro residencial para personas mayores donde todo lo que se ve en él —desde el mobiliario hasta la decoración de sus paredes— nos conecta con el mundo de los adultos o de los adultos mayores? Quizá la excepción más común la constituyan las fotografías de sus hijos y nietos que algunas de las personas residentes tienen en sus habitaciones. ¿Qué efecto tendría en una residencia colgar, en un lugar muy visible, una reproducción a gran tamaño de una imagen como la que aparece a continuación?
- Cambiarle el nombre a la residencia, aunque solo sea parcialmente. Parece algo de cajón: si en la puerta de un lugar aparece un cartel que dice “Residencia de Personas Mayores”, ¿qué personas que no sean mayores se van a sentir interesadas en entrar? Desde luego, parece difícil que jóvenes, adolescentes o niños lo hagan. ¿Qué tal si debajo de ese mismo cartel añadiéramos esto: “…pero si eres un niño/a, un/a adolescente, una persona joven o un adulto también te damos la bienvenida y tenemos algo que ofrecerte”.
- Organizar actividades dirigidas a personas de otras generaciones. Si un día a la semana, por la tarde, la residencia organiza un taller de teatro infantil —porque una de las mujeres residentes ha sido actriz teatral durante muchos años—, lo difunde en el barrio, e invita a un colegio cercano a incluir la actividad en su oferta extraescolar, la residencia habría dado lugar a un espacio intergeneracional.
- Ofrecer a distintos grupos generacionales el uso de alguno de sus espacios. La residencia cuenta con una sala de fisioterapia que cuenta con una zona amplia de gimnasio. Las personas residentes la utilizan a solas varias horas al día, pero los martes y jueves, de 12 a 13, sirve también de lugar para la rehabilitación de un grupo de menores con Síndrome de Down que necesitaban ese tipo de instalación. Estos menores y las personas mayores coinciden.
- Salir a la búsqueda de experiencias intergeneracionales. Fuera de la residencia está el resto del mundo. Y ahí existen multitud de grupos generacionales. ¿Por qué no ir a su encuentro? Si lo hacemos, al regresar a la residencia, esta será un poco más intergeneracional. ¿Qué tal la idea de organizar una salida para visitar la escuela-hogar más cercana, o la ludoteca del barrio?
- Aprovechar la visita a la residencia de personas de distintas generaciones para que dejen su huella. ¿Cómo? Hay mil maneras de hacerlo. Por ejemplo, colocando en lugar bien visible un libro de visitas específicamente pensado para esas personas, con un mensaje como este: «¿Piensas que, por tu edad, aún estás lejos o muy lejos de venir a vivir a un lugar como este? Entonces nos interesa tu opinión. Antes de irte, dinos, ¿qué cambiarías en nuestra residencia para que una persona de tu edad se sintiera más cómoda en ella?»
- Ir eliminando los obstáculos que pudieran impedir el encuentro intergeneracional. Hagamos una visita por la residencia con 2 o 3 niños. Veamos cómo se mueven, qué les atrae, y qué les frena para poder disfrutar del espacio. ¿Podemos hacer desaparecer alguno de esos frenos? ¿Un ejemplo? ¿Tenemos en la residencia un lugar apropiado para que una madre que acude con su bebé pueda cambiarle el pañal? ¿O que un niño de 5 años pueda ir al cuarto de baño con seguridad o sentarse cómodamente?
Foto: Dyke Turner
Aún sin entrar en el fondo de la cuestión, que es amplio y dinámico, llama la atención la iniciativa de proponer un análisis de ese contenido. Es brillante la idea y asimismo su contenido cuya sencillez no le priva de hondura. Como tantas veces la sabiduría capacita para una útil comunicación.
Qué interesante enfoque del espacio residencial. El paso previo para mi es entender que se trata de “la casa de los mayores del barrio” y como tal casa un lugar de puertas abiertas, fuente de enriquecimiento y sabiduría.
Como nieta y como madre que visita a su abuela acompañada de niños pequeños, son muchas las observaciones que podría hacer. La más inmediata quizás es que no haya elementos fáciles de volcar u objetos delicados al alcance… eso nos facilita poder relacionarnos dejando a un lado el estrés y ayuda además a sentir que somos bienvenidos.
Otra sería acercar el espacio a la pequeña escala. Los niños agradecen tener elementos que poder escalar a su altura, que el espacio sea accesible y explorable sin necesitar todo el rato de los brazos de los adultos…
¡Continuamos esta enriquecedoras reflexiones en las páginas del blog!
Thanks, Kate— thee made my day!
Espacios Intergeneracionales, thanks a lot for the article post.Much thanks again. Fantastic.
You are very welcomed, and thanks you too for your comment. We are here working hard to make intergenerational relationships to be worthy of attention.