¿Sabías que en España hay en torno a un 40% de personas que piensan que la discriminación por motivos de edad es un problema muy serio en nuestra sociedad? ¿Sabías que el edadismo tiene un impacto negativo sobre los comportamientos, la productividad y la cohesión social? ¿Y que el contacto intergeneracional puede ayudar a reducir este tipo de discriminación?
España, uno de los países europeos con mayores índices de envejecimiento, no es una excepción en cuanto a la presencia, en su sociedad, de edadismo, es decir, de discriminación por razón de edad. En 2012, los datos de un sondeo realizado por la Comisión Europea concluyeron que en nuestro país un 45% de la población consideraba que la discriminación por motivos de edad contra las personas mayores de 55 años estaba bastante extendida: cuatro años antes ese porcentaje era del 39%. Datos de 28 países publicados en la 4ª oleada de la Encuesta Social Europea (2008-2009) ya mostraban que un 40% de las personas residentes en España pensaban que la discriminación por motivos de edad era un serio problema en el país.
En su estudio sobre perspectivas internacionales en torno a la discriminación etaria, el equipo del profesor Dominique Abrams, de la Universidad de Kent, uno de los expertos de referencia internacional en el tema, vino a decir que el edadismo es una fuente significativa de desigualdad e injusticia en la sociedad, y que tiene un impacto negativo sobre los comportamientos, la productividad y la cohesión social. Ahí no cabe ninguna duda.
¿Cómo intervenir frente a este tipo de discriminación, un problema de importancia capital? Aunque sabemos que no es la única posible, esta es nuestra respuesta: impulsar las relaciones intergeneracionales es un instrumento eficaz para reducir las actitudes edadistas, en especial, las proyectadas sobre las personas mayores. Por tanto, os invitamos a preguntaros cómo impulsar esas relaciones, sobre todo cuando los cambios en las estructuras familiares están provocando una disminución en la frecuencia del contacto intergeneracional. Veamos algunos datos. En 2008, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos informó de que el 71.1% de los encuestados menores de 35 años convivían con familiares mayores de 65 años; pues bien, ese porcentaje había caído al 15% siete años después. Algo similar ha pasado con la frecuencia de contacto intergeneracional familiar a distancia. Un ejemplo: en 2008, el 34% de las personas de menos de 35 años decían conversar telefónicamente todos o casi todos los días con sus familiares mayores de 65 años pero en 2015 ese porcentaje se había reducido al 13.5%.
¿Qué sucede con el contacto intergeneracional en el ámbito extrafamiliar? Datos de otro estudio del CIS mostraron que el 53.2% de las personas de 65 y más años no se relacionaban con menores de 35 años que no fuesen familiares; y cuando se preguntó a los menores de 35 años por sus relaciones con mayores de 65 años no familiares, el 43.6% reconoció no tener relación alguna. Más de la mitad de las personas de 65 o más años admitieron que nunca daban un paseo con alguien menor de 35 años que no fuese de la familia, y 3 de cada 4 nunca habían ido al cine, de compras, a espectáculos u otras actividades de ocio con personas de esas otras generaciones que no fuesen parientes; es más, nueve de cada diez personas mayores jamás habían recibido ayuda de un menor de 35 años no familiar en las tareas domésticas. De forma aproximada se puede decir que fuera de la familia la cantidad de contacto intergeneracional entre los grupos de edad más extremos se reduce prácticamente a la mitad. El margen de incremento del contacto intergeneracional extrafamiliar en España resulta evidente.
¿Qué consecuencias puede estar trayendo consigo esta disminución del contacto entre generaciones?
Pues una de ellas es precisamente el mantenimiento o el aumento de los niveles de discriminación etaria hacia las personas de más edad. La literatura científica muestra que un contacto intergeneracional positivo puede mejorar las actitudes de los jóvenes hacia las personas mayores. En concreto, la teoría del contacto intergrupal ha demostrado que la cantidad y la calidad de contacto positivo entre miembros de grupos sociales distintos ‒como es el caso de los grupos generacionales‒ promueve los comportamientos y actitudes positivos. El contacto intergeneracional es un factor protector contra las actitudes discriminatorias por motivos de edad que los jóvenes puedan tener hacia las personas mayores, y viceversa. Además, el contacto intergeneracional no solo ayuda a paliar el edadismo sino que su impacto incide igualmente en la mejora de las expectativas personales sobre la propia vejez; por tanto, su falta también puede tener consecuencias negativas para la vejez de los jóvenes.
¿Se puede afirmar que más contacto intergeneracional da lugar a una visión más positiva de los jóvenes hacia los mayores? Sí. No obstante, cualquier tipo de contacto no sirve de cara a la efectiva disminución de los estereotipos y la discriminación por edad. Para lograr un cambio positivo en la visión que las personas más jóvenes tienen de aquellas de más edad, el contacto intergeneracional debe ser de calidad: cooperativo y organizado en torno a una meta común, entre otras características.
En definitiva, urge reflexionar e investigar sobre lo que parece ser una pérdida sostenida de contacto intergeneracional entre los grupos generacionales extremos del ciclo vital. Pero, cuidado, que nadie se asuste: lo que parece ser una tendencia puede resultar no ser tal,… si actuamos convenientemente. Promover buenos espacios y proyectos intergeneracionales es parte de lo que debemos hacer. Por eso estamos aquí.
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