Del 31 de mayo al 3 de junio ha tenido lugar el 15º Congreso Nacional de Medio Ambiente (CONAMA) en el Centro de Convenciones Norte IFEMA. Originalmente programado para noviembre de 2020, la coyuntura de la pandemia llevó a la organización a reprogramarlo en su original formato presencial. Como parte del grupo de trabajo ST-16 Habitabilidad y Salud, representados por nuestra investigadora Eva Chacón, argumentamos el gran interés metodológico de la intergeneracionalidad como herramienta trabajo transversal en todas las escalas de la sostenibilidad. Esta idea, novedosa en el contexto de CONAMA, fue muy bien acogida por parte de los diferentes integrantes del Comité Técnico coordinado por Laura Ronquillo. La coyuntura abrió la oportunidad de abrir un espacio a la temática dentro del programa, misión que fue encomendada a Eleonora Barone.
Fundadora y directora de mYmO, y compañera de aventuras intergeneracionales con su participación en eventos semillero como el de Mares Madrid en 2018 o Macrosad Granada en 2019, Eleonora Barone es doctora arquitecto, experta en planificación estratégica y consultora de innovación e intergeneracionalidad. Desde mYmO promueve la innovación intergeneracional como oportunidad para conseguir ciudades y comunidades sostenibles (ODS11).
Ofrecemos aquí un resumen de su inspirada charla, quedando la entrada en la web como testimonio de este importante hito temporal para nosotros:
El día empieza con la tremenda alegría de poder traer, por primera vez, la intergeneracionalidad a CONAMA.
Lo primero que comparto es mi perfil profesional, un tanto poco común, siendo en una primera vida arquitecto urbanista, pero en una segunda, fundadora y directora de mYmO, una entidad de innovación que trabaja la intergeneracionalidad como oportunidad para poner en valor los retos de la longevidad. Estoy aquí más bien por esa segunda vida.
Eso de la intergeneracionalidad. ¿Qué es eso?
Todas las personas pertenecemos a una cohorte generacional y tenemos una cierta edad. Al profundizar un poco nos damos cuenta que según dónde ponemos la atención todas las personas tenemos incluidas muchas generaciones a la vez, según el tiempo asociado a las experiencias que vayamos viviendo. Yo por ejemplo. Con 46 años, digamos que soy senior en edad, pero como romana que vive en Madrid desde hace unos 9 años, no soy ni adolescente, o sea como ciudadana madrileña soy junior. Si miro más, como ponente en un congreso de medioambiente soy bebé! 🙂 Cada persona es multigeneracional.
Primer punto a destacar: La edad no siempre se corresponde con las generaciones. Es importante que consideremos no sólo la edad, sino la y las generaciones, a la hora de repensar las viviendas, los equipamientos, las comunidades.
Un paso más. La sociedad es diversa. Es multigeneracional por supuesto. Desde siempre. Aunque ahora en nuestras sociedades longevas tengamos a disposición más generaciones a la vez, la diversidad siempre ha estado allí. Pero la diversidad por si misma puede no sumar. Cuantos más ingredientes pongamos para hacer una pasta eso no es garantía de éxito, ¿verdad?….Pido perdón por la anécdota simplona!
Con eso quiero decir que hay que gestionar esa diversidad para que más allá de la interacción, se produzca una influencia mutua entre las generaciones y haya una intencionalidad en la colaboración para producir resultados a largo plazo, desde un propósito común.
Segundo punto entonces: Es necesario poner intención y por supuesto diseño y planificación, a partir de un objetivo común.El tercer punto tiene que ver con la perspectiva de ciclo vital. Sabemos que las generaciones han cambiado, que nuestros hábitos son muy diferentes que los que teníamos hace 100 o incluso 50 años, así que nuestra manera de habitar el espacio también lo es.
Antes muestras vidas, así como estaban concebidas se parecían más a eslabones que según íbamos cumpliendo años querían que se cumplieses algunos objetivos específicos. Cada franja de edad tenía el suyo propio. Según esta regla de tres los niños jugaban, los jóvenes se desarrollaban, los adultos trabajaban, las personas mayores se jubilaban para vivir su última etapa vital con júbilo! Tampoco había mucho tiempo para pensar qué hacer después de la jubilación, ni para preguntarse «qué quiero ser de mayor.
Actualmente todo ha cambiado. Podemos hacer un sabático con 70 años, estudiar un máster con 40 e irnos de vuelta al mundo a cualquier edad. El modelo de según qué equipamientos parece haberse quedados desfasados en el tiempo. Necesitamos repensar los centros de mayores, las residencias, así como las viviendas.
Las necesidades se han modificado y con ellas nuestros hábitos y ciclos vitales. En este sentido nos viene en ayuda el Human-Centered Design (Diseño Centrado en la Persona), que, de la mano del enfoque intergeneracional, está para repensar arquetipos y ver cómo van a relacionarse y a utilizar los espacios que queremos diseñar y habitar.
Teniendo en cuenta las tres claves mencionadas y pensando en cómo vivíamos hace unos 100 o incluso unos 50 años, vemos claramente que hay que promover cambios estructurales en cómo estaba concebida la vivienda y el hábitat en general. Por eso hablamos de transformación y de reinvención tipológica.
En los puntos que mencioné en la breve descripción del programa hablaba de: Los pueblos cuidadores y viviendas cuidadoras en la sociedad longeva, el ciclo vital y el diseño centrado en la persona para repensar la vivienda y la intergeneracionalidad como oportunidad para la construcción de comunidades sostenibles.
Y aquí lo he mezclado todo 😉 y he empezado desde la mitad.
Hablando de sociedades longevas y de todas las oportunidades que están incluidas en ellas la primera entre todas es que tenemos muchos años más para disfrutar desde una perspectiva de generatividad y aportaciones vitales. Me gustaría que centráramos la atención en el hecho que los servicios y productos de la tan aclamada Silver Economy no están vinculados, o no solamente, a las personas mayores, sino que pensar en sociedades longevas significa pensar de una manera intergeneracional. Necesitamos repensar la manera en la que nos relacionamos, entre nosotros, entre nosotros y el entorno, y si queremos abundar más entre cada persona y su propio ser. No se trata de resolver un problema vinculado a las personas mayores, los retos, así como las oportunidades de la longevidad nos tocan de lleno todas las generaciones.
Autor: Andy Solé. Fuente: El País
Bien, por eso traigo a debate la apuesta por los pueblos cuidadores que están empezando a nacer son excelentes puntos de inflexión para pensar en dónde ponemos el foco hacia la sostenibilidad.
El caso de Pescueza, en provincia de Cáceres Extremadura, que muchos conocerán. Un pueblo muy envejecido que convirtió sus retos en oportunidades para todas las edades, empezando por dar soporte a las personas mayores del pueblo, por ejemplo a través de poner barandillas y bancos en todas las calles del pueblo, y después acogiendo a personas cuidadoras y sus familias. Ahora es mucho más que una residencia para personas mayores, es un pueblo cuidador que alrededor de un centro de día ha visto crecer todo tipo de servicios atrayendo a nueva población. Citando otro caso recién estrenado, un muevo proyecto del Ayuntamiento de Barcelona: Barcelona Vila Veïna (Vecina). Vila Veïna es una iniciativa municipal pionera para abordar los cuidados en pequeñas unidades territoriales, en las que los equipos profesionales especializados, las personas que reciben atención y la ciudadanía formen parte de una red comunitaria y corresponsable del bienestar colectivo. Aquí están empezando a fomentar el cuidado de las personas cuidadoras, a través de lo que llaman la tarjeta cuidadora que está a punto de salir al mercado y que aglutinará servicios y redes de alianzas comunitarias.En la óptica de los pueblos cuidadores me gusta pensar en las viviendas cuidadoras pero en un sentido amplio del término y yendo mucho más allá de la económica de los cuidados, sino que entendiendo que el camino hacia la sostenibilidad, la resiliencia y la prosperidad, que estamos persiguiendo aquí hoy, es justamente un camino colectivo que tiene al ser humano y su entorno en el centro. El cuidado desde la perspectiva de la integeracionalidad pone en el centro las necesidades de las personas, de cada una de ellas. No tanto en los colectivos en abstracto sino en las generaciones y las personas. Hay que poner en el centro entonces los nuevos modelos de hogares y de familias donde probablemente la mayoría ya no cuentan con hombre mujer y dos niños, sino que hay un sinfín de tipologías de familias diferentes que merecen ser puestas en el centro del diseño de los nuevos hogares.
Cada generación ocupa los espacios de forma diferente y me atrevería a decir cada persona.
Tanto los espacio influyen en las familias, como las familias influyen en los espacios.Quizás ya no haya que pensar en dos enchufes al lado de una cama de matrimonio si la familia monoparental con hijos también es muy frecuente.
De una encuesta del 2020 resulta que uno de cada cuatro hogares en España está compuesto por una única persona, una cifra que ha aumentado un 2 % con respecto al año anterior y que implica que el 10,4 % de la población residente en viviendas familiares lo hace sin compañía.
En España, en 2020 había 4.849.900 personas viviendo solas. De ellas un 43,6 % tenían 65 o más años y, a partir de esa franja de edad, el 70,9 % (1.511.000) eran mujeres. El 44,1 % de las mujeres mayores de 85 años vivían solas frente al 24,2 % de los hombres.
La cocina es otro ejemplo. En la tipología de casa tradicional, el lugar que ocupaba la cocina no se puede decir que era el más favorable de la casa, la exposición que tenía, el tamaño incluso. Ahora en muchas viviendas la cocina asume un protagonismo total, no es algo que queremos esconder. La misma altura de los electrodomésticos podría ser argumento de reflexión para las generaciones y las personas, o el espacio de la televisión. Los medios de información actualmente definen nuestros espacios. Mirando hacia atrás a los meses de cuarentena y a los despachos improvisados que nacieron, muchas veces se han visto los hombres en un cuarto y las mujeres en el comedor. El género y la vivienda es otro tema que daría para una charla larga. y ¿El espacio para la gestión de los residuos?
Los hogares y las familias no son un todo homogéneo. En las viviendas se encuentran, y desencuentran, distintas generaciones, con sus maneras de significar lo que acontece. Hay que poner en discusión los modelos del pasado para que la vivienda se transforme y cuide.
Si nos quedamos con las gafas puestas de las generaciones y sus necesidades, como oportunidad para repensar en cuáles son nuestras necesidades y si los espacios nos ayudan a cumplirlas y nos cuidan y nos invitan a conectar con nuestros propósitos. ¿Las familias, son intergeneracionales? Esto daría para otra charla larga. A veces no, me atrevería a decir si como hemos dicho al principio la intergeneracionalidad es la base de un trabajo compartido donde el objetivo está consensuado, se busca la mejora recíproca y remar juntos hacia una dirección.
Quizás la vivienda pueda poner intención en las interacciones entre personas que viven juntas para la mejora de la convivencia.
Sería interesante volver a hacer los dibujos que nos mandaban en primero de carrera sobre los flujos de utilización de los espacios poniendo el foco en la diversidad generacional, de genero…etc…para ver dónde se producen las interacciones más relevantes y qué modificaciones pueden nacer de ellas si ponemos la intención en el diseño de estos lugares de interacción.
Cuál es el espacio donde pasamos más tiempo, cómo va cambiando a medida que cambian nuestros hábitos, nuestros estilos de vida, el núcleo familiar….etc.
¿Y si la vivienda nos ayudara a ser mejores personas, mejores trabajadoras, mejores emprendedoras, más consientes de nuestro impacto en la sociedad?
Se acaba mi tiempo así que busco resumir las ideas.
Las sociedades longevas reclaman un nuevo diseño de producto, de servicio, de casi todo lo que estamos acostumbrados a utilizar. El enfoque intergeneracional es otra dimensión más que nos puede ayudar a repensar las relaciones entre personas y recursos, en el camino hacia la sostenibilidad.
Con un público tan heterogéneo tenemos que tener en cuenta las necesidades del ciclo de vida más allá de la edad. Repensar lo que es público, semi público, semi privado y privado. Buscar estas transiciones y estas interacciones. Buscar la posibilidad de que las casas se transformen, sean flexibles según los ciclos vitales.
Cómo entra el entorno en la casa y la casa en el entorno.
Qué entendemos por vivienda digna o vivienda adecuada y cómo la reflexión subyacente esta misma expresión puede cambiar repentinamente si llega una pandemia.
Las generaciones han cambiado, ha cambiado nuestra relación con el tiempo y los objetivos marcados por unos eslabones o etapas vitales que ya no corresponden a nuestras necesidades, menos a nuestro deseos.
Estamos en un momento que nos brinda la oportunidad de repensar cómo queremos vivir y de pensarlo todos juntos. Busquemos nuevos mapas de pensamientos, la interacción de nuevos indicadores, más acordes a la sociedad de hoy, busquemos nuevos formatos y procuremos una «reinvención tipológica», que se deje la libertad que supone poner en crisis los tradicionales programas de usos de comunidades residenciales, residencias de personas mayores, de estudiantes, centros escolares y centros de salud y de cuidados.
Muchas que CONAMA por darnos el espacio para esta reflexión, y encantada de cocrear con vosotras el futuro.
Para ahondar en la singularidad de la ocasión, ocurrió que el padre de Eleonora Barone, residente en Roma y de 80 años de edad, se encontraba ese día en Madrid y pudo asistir presencialmente al evento. 🙂
¡GRACIAS Eleonora por llevar la intergeneracionalidad al Congreso Nacional de Medio Ambiente!
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