En Sant Salvador de Guardiola, Cataluña nos encontramos en pleno proceso de creación de un e s p a c i o de convivencia intergeneracional. Un Centro de Día para personas mayores y una escuela infantil, casi por accidente, habitan el mismo edificio municipal. Hemos decidido ir más allá de la cercanía en el espacio y abrirnos a la relación.
Esta semana tenemos el placer de publicar un articulo de la madre y pedagoga Marina Vilarmau Prados, en el que nos transmite su reveladora experiencia durante el proceso de creación del Centro de Aprendizaje Intergeneracional de Sant Salvador de Guardiola. Te agradecemos tu valiosa aportación, Marina, a ti y a toda esa maravillosa comunidad resultado de la sinergia entre La Masía y Dentetes, ¡y bienvenid@s a EiG_lab!
Sant Salvador de Guardiola es un pequeño pueblo de 3.141 habitantes situado cerca de la Montaña de Montserrat, en el centro de Catalunya.
Hace un año, a razón de aprovechar los espacios municipales, el ayuntamiento decidió trasladar el Centro de Día para personas mayores, “La Masia”, al edificio en el que se encuentra la Escuela Infantil Municipal “Dentetes”.
Parece que desde el primer momento, por parte de todo el equipo, y también del ayuntamiento, estuvo presente la sensación de que aquel cambio era una revolución.
Se trata de un edificio de planta baja, bastante nuevo, que por dentro se divide en dos alas.
Al entrar por la puerta, a la derecha, empieza un pasillo bastante largo con aulas a izquierda y derecha que culmina con una ventana de pared entera al final. La luz natural que entra a través de ella ilumina el e s p a c i o y algunas plantas la aprovechan para crecer dando color al lugar.
A la izquierda, después de otro largo pasillo, llegamos a la puerta que da acceso al centro de día.
Entre ambas alas: un patio. Un e s p a c i o algo desierto aún. Poco habitado hasta ahora pero que ha acogido ya algunos encuentros entre mayores y pequeños dando a conocer su potencial. Al mirarlo, -al mirarnos- estamos convencidas de que le falta verde, de que le sobra caucho y de que va a ser un e s p a c i o de encuentro encantador.
Cada aula de la escuela infantil tiene una de sus paredes de vidrio en forma de gran puerta a través de la cual se accede a otro patio. Desde allí, como una pintura, la montaña de Montserrat.
El patio, de tierra, tiene árboles que le dan sombra durante los calurosos meses de verano y que pierden sus hojas para dar paso al preciado sol de invierno.
Una cocina, hecha a mano, pieza a pieza, por la brigada municipal del pueblo. Un arenero. Hamacas entre los árboles para el descanso, para columpiarse, para jugar. Y plantas. Plantas aromáticas en los contornos, plantas que huelen y que, al florecer, dan aún mas color si cabe.
El trabajo de Montse… y la llegada de Alba
Montse Grau es la maestra que lleva más de 30 años al cuidado de la escuela infantil. Su manera de relacionarse con los niños enamoraría a cualquiera que se detuviera a observar su hacer.
La escuela “Dentetes” empezó hoy hace 35 años como una asociación de padres y madres. Durante los primeros años acogía alrededor de 10 niños en el e s p a c i o que ahora es la biblioteca del pueblo.
El aumento demográfico de Sant Salvador de Guardiola hizo que en 1986 la escuela se hiciera más grande y pasara a ser de gestión municipal.
Es imprescindible subrayar la manera de trabajar de Montse para entender el punto de partida de este proyecto.
Ella tiene una forma exquisitamente sensible y respetuosa de relacionarse con los niños y, en general, con el mundo.
Alguna vez leí en un texto de Clarice Lispector (el cual no logro encontrar de nuevo), la idea de que en el comienzo de cualquier forma de vida hay un “sí”. Cualquier vida, cualquier forma de vida, empieza con un “sí”.
Y está claro, si una lo piensa, solo puede haber comienzo a partir de dejar que algo suceda. De la confianza o la fe que sustenta ese “Sí. Que nazca”.
Seguramente a partir de esa idea podría explicar que cuando los mayores entraron en el nuevo centro, ambas directoras se encontraron para darse la bienvenida. Montse, al recordarlo, me cuenta que fue a ver a Alba para decirle que a partir de ese día las puertas de la escuela estarían abiertas también para ellos, para los mayores. Para nada en concreto. Simplemente para que las cruzaran, para que entraran, para que vieran lo que sucedía dentro. Para encontrarse.
Entrar, ver y dejar abiertas las posibilidades a aquello que estaba por venir.
A ese precioso comienzo le sucedió una larga ausencia de Alba, la directora del Centro de Día para personas mayores, que por motivos de salud estuvo fuera durante prácticamente un año. Aun así, el equipo de cuidadoras estaba también receptivo a las posibilidades que aportaba la cercanía y así, empezaron las fiestas compartidas.
Las fiestas son una buena excusa para unir a las personas. Los bailes, las risas, la comida están en el principio de muchas relaciones y es que cuando se está bien, es más fácil tener ganas de estar en relación con otros, con otras.
Las de FP se suman
En septiembre, en la Universidad de Manresa, a 15 km de Sant Salvador de Guardiola, me dejaron a cargo de la unidad formativa “Didáctica de la educación formal” dentro del Ciclo Formativo de Grado Superior de “Educación Infantil”, con 21 alumnas que debían aprender a diseñar, implementar y evaluar proyectos formativos en el marco de la educación formal.
En ese mismo mes, mis dos hijos pequeños, Omar i Maür, empezaron a ir a la escuela infantil “Dentetes”, donde hacía ya dos años había ido mi hijo mayor, Teo.
Al darme cuenta de lo que estaba sucediendo allí me fascinó la idea de poder ir con mis alumnas a pensar, junto con Montse, acerca de las posibilidades que se abrían con la reciente cercanía de las personas mayores.
Y así fue.
Con mis alumnas, a través de una propuesta de proyecto de “aprendizaje y servicio”, fuimos a conocer a los niños y niñas, a los abuelos y abuelas y a partir de la observación y la conversación, pensando conjuntamente, diseñamos algunas propuestas que permitieran acercar, desde el respeto, a aquellas personas que quisieran conocerse.
A su vez, desde el ayuntamiento del pueblo, el interés por lo que estaba sucediendo en aquel e s p a c i o iba in crescendo a medida que el trabajo conjunto nos emocionaba cada día más a todas las personas que lo estábamos presenciando: cuidadoras, maestras, madres, padres, niñas, niños, hijas, hijos, abuelas, abuelos, alumnas.
Nace el centro intergeneracional
Finalmente, el ayuntamiento decidió apostar por el proyecto de manera formal y sentirlo suyo, y así, formalmente se inició a finales de abril el proyecto de creación del “Centro de Aprendizaje Intergeneracional” de Sant Salvador de Guardiola.
Su inicio es la apertura también de algunas preguntas imprescindibles en relación a qué significa convivir hoy.
Tenemos en mente el diseño de un e s p a c i o y una forma de hacer que acoja a las personas sean cuales sean sus capacidades y limitaciones. Con sus capacidades y sus limitaciones y no a pesar de ellas.
“¿Cual es el sentido de la convivencia en una época atravesada por el pragmatismo y el individualismo? ¿En una época de relaciones interesadas todavía hay algún interés por los otros que vaya más allá de lo instrumental?” Se pregunta el profesor Jorge Larrosa al hablar de intergeneracionalidad en el congreso “Entre nosotros. Sobre la convivencia entre generaciones”. (Larrosa et al, 2007: 7-8)
Pensamos un lugar en el que las relaciones se den por el gusto de estar en relación y no por producir, para enseñar, para algo. Para nada.
María Milagros Rivera dice: “Las (relaciones) instrumentales tienen su planificación por fases, estrategias y objetivos; las relaciones sin fin suceden porque sí, porque es aSÍ, o sea por necesidad, y se cuidan por amor a la relación sin más, por amor a la relación por el gusto de estar en relación” (Rivera Garretas, 2003: 19-37).
A menudo, en entornos institucionalizados, las relaciones son instrumentalizadas, son algo más que hay que hacer: hay que hacer dibujos, hay que hacer construcciones, hay que hacer pis, hay que hacer relaciones. De ahí las dinámicas de grupo, los juegos de conocerse… como si ellos pudieran acelerar aquello que solo sucede con el tiempo, el roce y el deseo de conocer al otro, a la otra.
La cuestión de las relaciones ha suscitado conversaciones interesantes en el aula y en el trabajo con el equipo de maestras y cuidadoras para la creación del proyecto.
Sortim a fer un tomb
Un buen ejemplo de ello fue la preparación de las alumnas de la propuesta “Sortim a fer un tomb (Dar una vuelta)”. Esta idea proponía que los mayores y los niños y niñas salieran a dar un paseo por el pueblo juntos. La idea inicial era poder ir hasta algún lugar que a alguna persona mayor le gustara especialmente, un lugar que fuera bonito para alguien y que quisiera compartirlo con los demás.
Los objetivos de la propuesta eran principalmente: potenciar las relaciones entre ambas generaciones, descubrir el propio entorno, recordar y compartir lugares agradables del pueblo.
Llegó el día de llevarla a cabo y salimos todas juntas a pasear hasta la casa de Anita, una abuela del centro de día que nos invitó a ver sus flores (era primavera). La casa de Anita se encuentra al final de una ligera cuesta. Caminaban sin orden y sin órdenes. Algunos cogidos de la mano, a ratos, otras conversando tranquilamente. Algunas de mis alumnas empujaron las sillas de ruedas de Rosario y Teresa y tras unos 20 minutos llegamos al patio de Anita.
Hacía sol y, al llegar, las abuelas buscaron la sombra que daba un gran olivo. Se sentaron alrededor de una mesa de piedra y las escuché hablar de las flores. Estaban contentas. Anita especialmente radiante. Los niños corrían, iban y venían, se caían y nos buscaban. La hija de Anita sacó una pelota y jugaron. Algunas alumnas se apuntaron al juego.
Estuvimos allí una hora aproximadamente y al acercarse la hora de la comida fuimos volviendo. Al llegar, con mis alumnas, dedicamos como de costumbre una media hora a pensar en lo ocurrido. Se trata de un momento muy interesante para mí, pues puedo captar lo que les ha llegado más intensamente de todo lo que ha pasado, antes de que repose, antes de que tome más forma.
Ese día, alguna dijo que la propuesta no había acabado de funcionar bien, pues se había fijado en que mayores y niños no habían estado juntos más que durante la caminata, puesto que, al llegar a casa de Anita, unos estaban hablando mientras los otros jugaban a la pelota. ¿Quizás había sobrado la pelota? Dijo alguien.
Pensamos. Le pregunté a Ona si recordaba lo que me había contado un rato antes. Ona explicó que se había acercado a Nico para preguntarle cómo estaba y que Nico había dicho: “¡Estoy muy bien aquí! ¿Has visto cómo juegan y lo bien que se lo pasan?”.
Pensamos de nuevo. A mi mente acudieron imágenes de esas tardes de domingo en las que mis padres se encontraban con la familia y yo corría y jugaba con todos mis primos. También las tardes en la escuela de Teo, en las que padres y madres charlamos sentados mientras nuestros hijos, nuestras hijas, juegan y meriendan. ¿Era natural imaginar un espacio de conversación y relación sostenida en el tiempo entre pequeños y mayores? ¿O más bien se trataba de ese “relacionarse” que solo es posible sobre el papel?
Sí, estaban juntos. Así lo demostraban las palabras de aquel hombre al responder que él estaba bien al ver a los niños jugar. Nico se sabía con los niños, aunque no estuvieran hablando, aunque estuvieran jugando.
Relaciones sin forzar y espacios para estar bien
Ahí el primer elemento importante que decidimos situar en la base del proyecto: nos proponemos dejar que las personas estén en relación por el gusto de estar en relación.
Cuando y de la manera en que ellas decidan. Es decir, sin forzar. Sin forzarlo. Sin forzarlas.
Y escribo la palabra “dejar” conscientemente porque cuando se trata de instituciones en las que existe el cuidador y el que cuida, el que sabe y el que no, el que decide y el que acata, el que ordena y el que cumple, es necesario contemplar ese lugar del cuidador, del educador, como figura que requiere de extrema responsabilidad dado que lo que dice, lo que piensa, lo que hace, tiende a suceder.
Así, el impulso es el de diseñar espacios cómodos, agradables y que acojan a personas entre 0 y 105 años (el mayor del pueblo tiene esa edad). Con la idea de Tonucci en mente entendemos que cualquier espacio apto para aquellos más vulnerables, será apto también para quienes tienen menos dificultades. “Se trata de aceptar la diversidad intrínseca del niño como garantía de todas las diversidades” (Tonucci, 2015: 16), dice concretamente.
Una puerta pensada para que pueda pasar cómodamente una persona en silla de ruedas o un cochecito, puede también pasar cualquier otro. No sucede así cuando se invierte el orden.
Diseñar espacios cómodos, agradables, espacios en los que se quiera estar porque pensamos que desde la comodidad y el bienestar es mas fácil tener ganas de estar en relación con otros, con otras.
Y volviendo otra vez a Larrosa: ¿Es posible la convivencia entre generaciones más allá de lo que se refiere al espacio físico? ¿Somos aun capaces de convivir con la memoria de los otros, con el mundo de los otros, con la experiencia vital de los otros? (Larrosa et al, 2007: 7-8)
Me gusta esta pregunta porque me devuelve a uno de mis miedos recurrentes durante el desarrollo de este proyecto, el de la instrumentalización de los otros. Me refiero a eso que pasa cuando lo que quiero (como pedagoga, como maestra) que suceda, vaya por encima o por otro camino que no es el del deseo de las personas para las que trabajo. Ese miedo de no caer en caricaturas, de no caer en generar imágenes idealizadas del otro, o en este caso, de las relaciones entre otros. Una idea que me persigue, pero también me sirve de guía.
En otra de las propuestas con mis alumnas, propusimos a niños y abuelas hacer un pastel. La receta era de una de las abuelas, con sus ingredientes y sus medidas justas y lo elaboraron entre todas.
En una de las mesas había tres abuelas que no dejaron participar demasiado a los niños. Ellas hacían mientras ellos miraban.
En la otra mesa, otra abuela preparaba cada paso con cuidado para ponerlo al alcance de los niños y que ellos pudieran hacer.
Durante la evaluación de la propuesta, al pensar cómo había ido todo y qué cosas habían funcionado y cuáles no, la idea de que algunas abuelas no dejaban participar a los niños apareció. Parecía que no había pasado lo que mis alumnas habían previsto que pasara.
Al mirar las fotos y los vídeos posteriormente, efectivamente los niños de esa mesa no hicieron nada. Aun así, no se fueron. Aparecen jugando con otra abuela sentada en esa mesa, la cual tampoco llegó a participar de la forma esperada en hacer aquel pastel. Jugaron a taparse las manos. Ellos las ponían y ella se las tapaba con la suya encima. Y se reían. En otras imágenes los niños aparecen mirando fijamente cómo las mujeres baten los huevos o mezclan laboriosamente la masa.
Quizás este sea otro ejemplo que mirado desde la academia permite decir “no ha ido bien” pero mirado desde otro sitio, desde fuera de lo esperable, desde el abrir las puertas a pensar lo que sucede de la manera que sucede, sí sucedió algo interesante entre algunas personas aquel día. Pasó algo que creo nos da que pensar en eso que plantea Larrosa del convivir con el mundo, la memoria, la experiencia de los otros.
Al hablar con esas mujeres, que hoy tienen entre 75 y 90 años, me cuentan los hijos y nietos que han criado. Hoy son ya bisabuelas. Me pregunto cómo debió ser para esas mujeres la crianza de los hijos 60 años atrás. Estoy segura de que para Isabel los niños también estaban allí. Quizás estorbando. Quizás hubiera preferido que jugaran en otro sitio y volvieran a buscar su pedazo de tarta pasadas dos horas… pero otra vez la pregunta de si lo que queremos, si lo que vamos a buscar es un artificio creado en el seno de una institución o la recreación de espacios de relación que un día fueron.
Finalmente, quería escribir en relación a la idea de intercambio, de la lógica del intercambio en las relaciones, y en las relaciones intergeneracionales. Esta idea, que curiosamente (o no) está surgiendo repetidas veces durante las conversaciones para tejer este proyecto. “¡Claro! que vengan a explicarles cuentos, a explicarles la guerra” y los niños que les hagan un dibujo… Es como si quisiéramos predecir, decir antes de que suceda, lo que se darán los unos a los otros, y encima hacerlo así, en general ¡en grupo!
Seguramente habrá que esperar para ver qué es lo que se quieren dar, singularmente, cada una hacia cada una. El otro día Montse me contaba que ya hacía algunos días que Meme caminaba hasta su aula a la hora en que los niños dormían. Un día le dijo: “Es que me encanta verlos dormir”.
Marina Vilarmau Prados
“Soy madre y pedagoga y me dedico a la dirección de proyectos educativos y desarrollo de formación en ciencias de la salud”.
Sant Salvador de Guardiola, 10 de junio de 2019
REFERENCIAS
LARROSA, JORGE (Ed.): Entre nosaltres. La convivencia entre generacions, Barcelona: Ed. Genérico, 2007.
RIVERA GARRETAS, MARIA MILAGROS: <<Historia de una relación sin fin. La influencia en España del pensamiento italiano de la diferencia sexual (1987-2002)>> [pp. 19-37], Revista DUODA, núm. 24 (1999).
TONUCCI, FRANCESCO: La ciutat dels nens, Barcelona: Ed. Graó, 2015.